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por Magaly Olivera ■  20 ene 2023
Discursos vitales. Entrevista a Paloma López Carrillo

El cine es un acto colectivo cuyo resultado no siempre evidencia todo el trabajo que conlleva su realización. Al momento de ver una película, algunos elementos de su composición pueden obviarse, pero su labor en la experiencia del espectador es fundamental. Mediante esta entrevista buscamos reconocer la aportación de algunos de los distintos perfiles que colaboran en una película. En este caso, la labor de la edición, con el testimonio de Paloma López Carrillo como ejemplo.

Paloma López Carrillo comenzó su carrera como asistente de edición. Luego fue editora en La jaula de oro, trabajo por el cual recibió el Ariel y el Premio Iberoamericano de Cine Fénix a Mejor Edición. También editó Yermo, Margarita, La libertad del diablo, Un abrazo de tres minutos, Una corriente salvaje y la serie 1994, entre otros.

¿Cómo describirías la labor de una editora?

Lo más importante es analizar dramáticamente el material para entender el tono de la película. Sobre todo en documental, en el que el registro es aparentemente libre, pero que tiene sus límites sobre cómo ser narrado.

¿Cuál es tu proceso para editar?

Depende del documental. Por ejemplo, en La libertad del diablo existían reglas sobre la filmación desde el inicio y me basé en una escaleta, pero Yermo fue un trabajo más libre porque Everardo González no tenía control sobre el material filmado. El proceso fue encontrar qué podíamos narrar. Esa es una de las características que me gusta del documental, que para cada caso hay que inventar una fórmula. También es importante que el editor conozca al director porque al final uno se convierte en un intérprete de lo que el otro quiere decir. Sobre todo hay que encontrar coincidencias en lo que le importa a los dos; me gusta ver el material completo sin saber mucho sobre la idea del director, y luego platicar sobre los puntos que tenemos en común y el rumbo que la película pueda tomar.

¿Cómo te relacionas con la figura del director?

Hay que aceptar que el editor no es la figura más sexy del cine, pero su trabajo es fundamental. Sin embargo, no se trata de una lucha de ego, sino de entender la labor de cada parte en una película y lo que se puede lograr desde ahí. Cuando era más joven me molestaba sentir que no se reconocía mi trabajo, pero ahora creo que el reconocimiento se da solo y que crear ambientes de seguridad en los rodajes ayuda a que los resultados sean mejores. Hay que recordar que estamos al servicio de las películas, no de nosotros mismos.

¿Sueles sentir libertad al momento de proponer interpretaciones del material?

Quizá por los directores con los que he trabajado, siempre he sentido mucha confianza. Evidentemente me dictan un camino, pero creo que un buen director sabe confiar en la mirada de su editor. A veces una nueva perspectiva ayuda porque los directores dedican tanto tiempo a una película que dejan de ver ciertas cosas. Por eso en documental el editor no solo corta y pega, también define parte del discurso de la película; es mucha responsabilidad.

¿Alguna vez te ha parecido tendenciosa la manipulación de un material?

Sí. Sé que el documental no siempre es real porque es una grabación subjetiva, pero hay filmaciones que se notan muy actuadas. Prefiero no hacer ese tipo de trabajos porque no me siento cómoda. Alguna vez tuve miedo de que no me dieran más películas a editar, y aceptaba algunas que no me convencían, pero es tanto el tiempo que hay que dedicar a un filme que no se puede fingir. Se edita lo que atrae —ya sea por el tema, la forma o el reto narrativo— y eso es lo que le da vida a una película.

¿Cómo distingues el resultado de tu trabajo en una película?

Cuando una película está bien editada es justo cuando la edición no se nota; cuando alguien puede entrar en la historia y olvidar por hora y media que está viendo cine.

¿Qué diferencias encuentras entre editar ficción y documental?

En ficción es más difícil para el director desechar una secuencia que en documental. A veces hay que reconocer que algo está mal filmado o sucede de forma extraña y no se usa, pero en ficción se piensa que una secuencia se puede manipular para repetirse, hasta puedes volver a grabar; parecería que hay mayor apego a los materiales porque el director es quien crea el universo y sabe que lo puede volver a gestar, pero en documental no se pueden repetir tan fácilmente las situaciones o conseguir los resultados que uno tiene en mente. Creo que el director de documental acepta más la realidad que el de la ficción.

¿Y editar series a diferencia de películas?

1994 es la primera serie que edito y es particularmente ambiciosa. Sabíamos que nadie iba a decir quién mató a Colosio, así que no podíamos comenzar con el asesinato porque el resto son investigaciones absurdas que se hicieron en torno al caso. Lo impresionante era ver a Salinas frente a la cámara, un tipo que te va lavando el cerebro sin que te des cuenta. Además, en ningún momento se alteraba, es un tipo muy manipulador.

¿Hay personajes particularmente difíciles de editar?

Todos, porque son seres humanos. Es importante tratarlos dignamente y sin juzgarlos, no con condescendencia o superioridad. Por eso me gustan los personajes complejos.

¿Existe una imposición formal para la edición de acuerdo a los parámetros de las películas “digeribles”?

No, creo que el material dicta cómo debe ser una película. El editor toma ciertos riesgos de acuerdo a su intuición, pero no debe imponerse. Las formas deben innovarse y tener su propia personalidad de acuerdo al proyecto. En Internet estamos acostumbrados a ver montajes dinámicos, pero ¿qué nos quieren decir? Hay espacios que no se tratan solo de un bombardeo de información.

Magaly Olivera es editora de Ambulante. Fue ganadora del VIII Concurso de Crítica Cinematográfica Alfonso Reyes “Fósforo” de FICUNAM y finalista del II Concurso de Crítica Cinematográfica del Festival Internacional de Cine de Los Cabos. Ha publicado en medios como Icónica, Cinegarage, Correspondencias. Cine y pensamiento, Código y Tierra Adentro, entre otros.

Esta entrevista se encuentra, junto con otros textos sobre cine documental, en la versión impresa de La Revista Ambulante, a la venta en aquí

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