Cuando cierro los ojos documenta los casos de Adela —hablante de mazateco, quien estuvo nueve años encarcelada injustamente, acusada de matar a su cuñado— y Marcelino —hablante de mixteco, también encerrado por un homicidio que no cometió, con una condena de treinta años—. Desde la cárcel, ambos comparten sus historias, memorias y sueños; denuncian torturas físicas y psicológicas, confesiones forzadas y la firma de documentos que no comprendían. Los documentalistas recogen atentamente sus testimonios en su propia lengua, los ilustran y los difunden con todo el poder del cine. La cámara y los micrófonos les brindan la posibilidad de ser escuchados, un derecho humano fundamental que el aparato de justicia les negó. México es uno los países con mayor riqueza y diversidad lingüística, pero tristemente los derechos de los hablantes de lenguas indígenas no se respetan adecuadamente: el 80% de los indígenas presos en las cárceles de nuestro país, no contaron con un intérprete durante su proceso legal. Antonio Zirión, programador de Ambulante.
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